viernes, 5 de marzo de 2010

Expedición israelita.


Siendo mucho lo buenísimo lo que sucede por acá en las pequeñas calles de Tarapacá, puerto fluvial y gran ruta de comerciantes del rio Putumayo, también es lugar de crecimiento de una comunidad que se les conoce como los israelitas. Y mucho gozo siento yo, porque encuentro personas que viven la cosa desde adentro, y sin pretender ser ajenos a las contradicciones y dificultades, están de lleno en un camino espiritual entendido por pocos y objeto de burla para muchos. Entonces después del almuerzo a donde Claudia, y quedar lleno de sancocho proveído de yuca, ñame y plátano, pase por la humilde casa que tienen ellos aquí en el pueblo, estaba en ella el misionero Edinson con quien se tuvo la fortuna de platicar acerca de muchas cosas. En fin, fue muy bueno todo lo que paso, sentí una vez mas el espíritu de Cristo manifestado en un grupo de gente que antes de pensar en salvar el mundo se están salvando a ellos mismos, y decidieron vivir juntos bajo la ley y el amor de los verdes y vivas selvas amazoneñas. Salí pensando sobre mi vida, cuestionándome que estaba yo haciendo realmente por mí, si alguien no es capaz de gobernarse a si mismo , entonces como puede pensar gobernar los otros, no es esta una pregunta solo para jefes o reyes, pues todos somos gobernados y gobernantes de algún fragmento de vida que se nos ha adjudicado, y entonces sentí esa energía una vez mas que me lleva a querer hacerlo todo, la Revolución de la Recocha, La Mozzarella y todo el circo proveniente de los misterios mismos de Alejo no es alejo y Jolgorio Tropical, pero luego pensé que eso era nada si no estaba la fuerza espiritual verdadera que le diera vida, la palabra es la ley y el amor, Dios es Amor. Dijo Jesús que quien no es capaz de negarse a si mismo es incapaz de seguirlo, y es que no siempre nuestra voluntad es la misma que tiene Dios para nosotros, y por eso muchas veces el destino que recorremos no se parece al que queremos recorrer, pero no importa, porque así no sea el mismo, el de Dios es siempre el mejor y nuestro reto no esta en cruzarnos de brazos o salir como un well doing a la casa de los proyectos del mundo, esta de sabios la paciencia, esta de sabios la prudencia, esta de sabios morir para vivir, y que incluso renunciar a nuestros sueños es paso inescrutable para conseguirlos, saber vivir sin ellos, porque ellos son nada y la verdad es otra: amar al prójimo como a si mismo, practicar el mandamiento del amor.
Entre estas y muchas otras reflexiones, entonces llegue a mi casa y encontré a Os sentada en su escritorio arreglándose las uñas, le conté de mi aventura en casa de los israelitas y las preguntas que me llegaban en ese momento, le conté acerca de mis dudas y que temía pasar por esta vida sin hacer algo valioso por ella, se me quebraba la voz pues a veces sin haber llegado a los treinta creo ya estar viejo y pensar que el tiempo se me ha acabado, cual tiempo? Acaso la vida tiene tiempo? Será el sistema, el capitalismo, los trabajos y los compromisos de la letoquitis pero no la vida, esta es de Dios y para él un año pueden ser mil, o mil tan solo un segundo. Escuché muy atento las razones que me daba Os, las cuales se resumían en lo siguiente: nadie sabe la verdad pero hay que estar buscándola y practicándola, ser intachable ante Dios y los hombres, y que siendo eso y solo eso lo mandado en esta vida, no había razón para preocuparme por lo que en ningún momento era cierto. Y bueno, siendo esto un escrito suelto y libre de usar de cuanta metodología se le ocurra, entonces abro los anaqueles de mi conciencia y anoto: primero, no vale de nada conformarse con lo que no es suficiente, segundo, se debe siempre vivir en agradecimiento, pues todo es perfecto porque así es, y tercero, los sueños se cumplen si vienen revelados por el camino, no a la manera que el capricho espera, pero si se cumplen, y hay que aceptarlos y vivirlos como tal. El recurso metodológico al escepticismo, es siempre valido en términos prácticos, en cuanto nos obliga a presentarnos desnudos y poner en el tribunal divino nuestras acciones y deseos. Si soy escéptico con los míos, y sin necesidad de justificarlos, es porque nunca se debe sentir miedo en hacer lo que Dios nos manda hacer, tampoco se debe desesperar, pero si hay que puyar y conjurarlos a cada segundo. En fin, con estas simples y confusas cosas que me suceden una tarde de sábado en las bellas calles de Tarapacá me despido dejando a su criterio, desparchado lector, su validez para ser tenidas en cuenta para la vida, llámesela a esta tiempo de ocio en el bus de devuelta a la casa, o de fin de semana en la casa de su abuela.

No hay comentarios: