viernes, 5 de marzo de 2010

Gracielita y pancracio.

Sonando la máquina de escribir esta Pancracio escribiendo su última novela, es la primera también y única de su vida, desde que tiene 15 años no ha parado de escribirla, pero este escritor a diferencia de todos los demás se caracteriza por además de estar convencido de su oficio y ser muy poco atractivo no le importa mucho su fama ya echada a menos. Los ácidos comentarios antes de intimidarlo o asustarlo le han dado mas valor para escribir esta extensa novela de unas diez mil páginas. Pancracio nació en un pueblo alejado de la ciudad, desde chico degustaba ver a su vecinita en una falda cortitica y fue a ella a quien le dedico sus primeros poemas, aquí nos queda uno de su autoría:
Gracielita Gracielita,
Me tienes roja la muelita,
Me conmueves con tus pintas,
Me seduces con tus ojos,
Como yo quisiera levantarle la faldita,
Y conocer por fin que escondes
Entre tus cositas.
El romanticismo tampoco fue su fuerte, este poema lo escribió y al otro día se lo entrego dando como resultado la perdida de la escasa estima que le quedaba a Gracielita, y bien, entre el rechazo social y una pinta tampoco favorable se pasaron los días de la juventud y el paso a la edad adulta, a los escasos 19 años tuvo que salir de su casa y rebuscarse la vida como repartidor de domicilios. Cuentan también, que a donde llegaba con un pedido asustaba tanto al cliente que este prefería pagar y dejarle las cosas a este bellaco y afeado ser, de quien no se podría asegurar más fama que la que deja el olvido y la falta de graciocés. Pancracio Tibana vivía de milagro, le gustaba la avena cruda cocinada en leche y con canela, el cuarto que habitaba tenía unas pocas cosas, tres libros deshojados imposibles de leer por lo raidos, una cama siempre destendida y un montón de hojas recicladas escritas en su máquina la cual nunca reemplazo por la tecnología del computador.
No se cual sea el propósito de darle vida a este personaje al cual posiblemente mañana ni lo voltearé a ver del susto que me produce, un joven chato, pecoso y lleno de barros, centavero y sin nada que contar, o mejor dicho sin a nadie que contar, pues ni su mama lo quería cerca, pero a él parecía nada de eso importar. Una redención podría ser, el objeto de todo esto, un levantamiento repentino de Pancracio Tibana y una ida al estrellato a donde todos lo quieren conocer, su novela de diez mil páginas puede volverse famosa, o una cirugía plástica lo puede transformar en el tipo más apuesto de toda la comarca, pero no, eso sería repetir un formato de novela al cual Pancracio Tibana no estaría de acuerdo seguir, él nunca se considero feo, desagraciado o desdichado, todo lo contrario, pareciese no tener nada que ver con las cosas de este mundo.
Y mientras se decide que hacer con él, contemos otra faceta de su vida, que aunque tan simple sea puede tener cierto tinte interesante. Pancracio gustaba de saber que pasaba siempre con Gracielita, era por la única persona que se interesaba, nunca le hablaba a ella sino le preguntas a otros sobre algún asunto de su vida, “ya tiene novio? Se irá a casar? Que música le gustara?” Y cualquier tipo de pregunta simple que le diera tema para escribir, la novela de amor más aburrida del mundo, mas inexpresiva y también vulgar, veamos pues uno de los apartes:
“Sudoroso levanto hoy, pensando en ella una vez más, me amara?, amara a otro? Me lleno de celos de solo pensarlo. Entonces me levanto de nuevo a trabajar, llego a la hamburguesería y me como una que guarde ayer para mí, la cocinera me mira con desprecio y yo le devuelvo un beso, se que eso la enfurece mas o quizá me dé por fin el ansiado polvorete que no encuentro, soy un ser despreciable, por lo menos eso piensa la gente, pero lo que no saben es que en el itinerario de las cosas que se viven y anuncian con anhelo, lo feo se embellece y lo despreciable se hace lo apreciable.”
Pancracio el escritor desdichado, cuanta falta cargaras sobre tu lomo, cuantas penas habrán caído en otras vidas, te vemos y te despreciamos, pero en el fondo sabemos que tus horrores son amores, que tus encuentros desencuentros, y el hedor de tus sobacos no tiene repulsión que el recuerdo de una fijación oral. Y así, me despido de ti y del desatinado leyente que por casualidad supo que existías, recibe un caluroso saludo, en tu sala, bañera o tumba si ya has muerto, adiós amigo mío, me compadezco de tu desdicha y me alisto para viajar sobre los anaqueles mismos de tu historia, Gracielita no te olvida, pues te odia con todas sus entrañas, pero que mas da, si es mejor ser recordado por lo malo, que olvidado por lo bueno.

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