viernes, 5 de marzo de 2010

Del encuentro de Daniel y Jeremías con la economicología.

Que mas se podría contar acerca de Daniel y Jeremías más que la historia de dos hermanos que simplemente se comportaban como dos hermanos, y que sin pensar terminaron viviendo vidas reflejadas por los mismos enneciados ensartos de la coincidencia. Todo los llevaba, a pesar de sus diferencias, a destinos cruzados, como no queriendo ocultar la conclusión de su historia cuando con un enjuto caballero se encontraban por la calle:
Pasa un enjuto caballero con la melena loca y un arlequín a la espalda, vestido como un noble medieval no de la clase militar sino de la naciente burguesía. El caminado es de paso fino, y se viene puliendo las uñas con una lima de piedra jamanea de Thailandia, muy pillinamente, brinca sobre el paso de los dos hermanos, apareciendo como un murciélago asustador en medio de la acera.
- Parad señores y dejadme ver lo que tenéis con ustedes.
Jeremías de inmediato saca de sus bolsillos las canicas que acababa de robar de un niño de tercero de primaria mientras este le tiraba al morrito. Inmediatamente el hermano le pregunta a Jeremías, asombrado y esperando una explicación:
-Y tu de dónde vienes a tener tantas bolitas de pikis contigo?-reclamo Daniel.
-Pues que te parece que aprendí a jugar!!!
-Respetaos entre ustedes, bellacos jovenzuelos, cada quien es dueño de su voluntad y ha de ser uso a su conciencia. –Los reprende el caballero.
-Y este man con que derecho se mete en nuestras vidas? –Le replican en coro los dos hermanos.
-Con los derechos que me proveen las mismas artes del multiplicar las libras por onzas, y los kilos por bultos, soy el que reúne a la medida de las cosas, atribuyéndome facultades para inventar un gran conjuro que le de a la humanidad lo que desea. –Sagazmente contesta el caballero.
-Y cuál es ese? –Pregunta Daniel.
-Pues nada más y nada menos que la economicologia, alquimia menesterosa y sabia capaz de medir la tasa exacta de materialidad que un ser humano posee o consume en un momento determinado.
-Huy juemadre eso suena rebasto!!! –Exclama Jeremías.
Y su hermano reprochando el interés que demuestra su hermano en las palabras del caballero impertinente le dice:
-Claro, perfecto para ti, saber de cuanto tienen los demás y quedarte con todo, tienes que devolver esas bolitas que tu no te las ganaste… son de Cajicano.
-Es cierto hermano. -Se tira al suelo y se echa a llorar.
-Que paren tus tristezas y agobios de la vida, -acercándose con la palma hacia el frente lo levanta el caballero -por los que tienen y no tienen, que todo en sana medida mejora la condición de todo hombre, incluyendo la tuya. A cada quien se da lo que necesita, no abran robos, nadie codiciara lo del prójimo, cada quien respeta lo del otro, nadie desea mas de lo que gasta, y todos sonríen pa la foto, en un coctel con una fuente y una piscina, botando agua en la entrada de un palacio.
Alguna identificación imposible de evadir tuvieron Daniel y Jeremías por el estudio de la economicologia, que entre tanto desacierto, decía cosas razonables y posibles de capturar los oídos de alguien menos sabido y que quisieran impresionar. Daniel ni Jeremías querían ser ambos famosos, de hecho ya lo sentían., una madre, un solo padre, un solo destino y dos hermanos.
-Y pues cual es la huevonada de tomar las bolas de pilis de cajicano, salir corriendo como un malhechor y luego repartir el botín con tus cómplices amigos. Me imagino no devolviste todas…
-Todas las devolví. –Contesta totalmente tranquilo Jeremías.
Y en declamaciones de reproche por los actos mutuamente fallidos, la pelea del sin fin, la cuerda del reloj que avanza y retrocede, como fusionando el agua y el aceite, algo increíble de entender, seguían su camino hacia su casa. Esperando darle cumplido a una próxima ocasión que los encontrara con algo que les diera diversión, dos hermanos siempre juntos, siempre separados y atrapados, por un solo corazón y un solo aliento.

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