martes, 6 de octubre de 2009

Aventuras de acción de un par de turros.

Para que no se deje de contar el cuento que se cuenta en un idioma que tu y yo podamos entender, entonces vamos a darle una escena de pintoresque leticiano para que aquí usted se entere lo que aveces se le traba a la salida anímica del plexo solar en la zona atimia. Una película acabo de ver yo y como la sentí en el fondo, pues mostraba la labor de un embajador sueco ante la avasallante toma del poder por Pinochet en Chile, este embajador la dio toda para que muchos se salvaran y lo logro. Además del sentimiento misional que me llena el pecho, es un momento muy apto para pensar en quienes han vivido el temor de la guerra, alguna vez el escribiente fue actor de una cómica escena de malos, a donde los supuestos malos éramos unos turros, la inquietud que me quedo en la cabeza de esa toma a nuestras vidas y privacidades, es que para que meterle un performance de tanta maldad ante dos seres que no sabían ni que era lo que pasaba, pues mientras yo orinaba del susto y le pedía a Dios que nos sacara de allí, mi amigo Juan solo foticos quería tomar. Fuimos abordados por dos hombres vestidos de jean azul, camiseta blanca, peluquiado rambado y muy galas, entonces nos acercamos con una gran sonrisa pues era un ser que de pronto se nos había parecido a Winnie de Pooh. La resistencia por un momento se hizo fuerte, era vía publica y a los que pasaban les decíamos en la cara que esos señores nos iban a llevar, Juan decía no no no. Resulta que de pronto algo en el fondo me anuncio un fin que de aseguro iba a tener, me despedí del mundo, de mi familia, de mis amigos. En un taxi rumbo a un pueblo que ni me acuerdo, en un taxi encañonado, mi compañero Juan les contaba el cuento con una experticia que los manes entendieron al final que a ese par de huevones ni pa que cortarles el pelo, pues es evidente que no tienen que ver con nada ni con nadie. Todo eso quedo claro, pero yo siempre quede sin entender porque esa escena de intimidación, propia del señor este que hace de torrente y personifica la maldad tan mala y graciosamente. Yo no sabía lo que pasaba pues hacia unos segundos habíamos estado con Juan, el fotógrafo que nos acompañaba durante la caravana, una caravana conformada por lo más extraño de la izquierda popular pues que disque iba hasta el monoyoyoi, fumándonos un porrillo en una colina de la ciudad de Ocaña, husmeando por ahí y tomando fotos, sino haciendo el mejor bien, tampoco haciendo ese mal que se nos vino. De todos ellos solo habían dos, que eran verdaderamente culpables de andar por ahí sin importarle a quien se le viera que o que, o esto, o lo otro, lo que no se puede ni en el computador escribir, porque de pronto les da por decir que apareció en el computador de un señor llamado reyes abatido en el Ecuador. Recuerdo que el periódico The Australian resalto mas el hecho del lugar, a cambio de a quien fue que se bajaron, se entiende que terrorista se le dice a cualquiera.
Pensándole en metáfora escondida a la cosa también se me viene a la cabeza el profesor que me dio teoría sociológica moderna, estudiamos a Anthony Giddens, el teórico de sociología mas de derecha que pueda haber, y luego salió según la fuerza militar de este país, que disque era de los de la fariana. Que cosas tan horribles es que pasan, y yo aquí quejándome de que es que no tengo amigos, o que me siento soleadito, cuando es ya que se debe hacer algo por cambiar esto un poco mas, ponerle el hombro a la verdad de la vida y dejarnos de esconder sobre ese alito oscuro que lo conlleva todo a una tibia comodidad. Existen las fuerzas del mal en este mundo y eso es una verdad, yo no los conozco mas que por medio de películas y por algunos encuentros con algún malandrín. Quien no es malo, quien no es bueno, todo eso concerniente a la contradicción pero siendo eso el bla bla bla, solo queda sino el perdón.

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