martes, 6 de octubre de 2009

Del Gran Rechazo a la Gran Esperanza.

En la maleta azul que compre en el Victoria Market de Merlbourne, apareció un libro, que no se porque lo traje. (Me encuentro en Tarapacá, Amazonas, año 2010). Cuando lo abro leo apartes, y hace poco lei el primer capítulo completo. Este libro se llama “El hombre unidimensional” y lo escribe un señor Herbert Marcuse, tratar de resumir de que se trata el libro me enredaría mucho lo bastante y le restaría fluidez a un escrito que antes que “serioso” lo prefiero sustancioso. No alcanzo a entender cual fue el mundo que estos filósofos vivieron por allá a principios del siglo XX, y que describen con tanto grado de pesimismo que dan ganas de salir corriendito de este mundo, juzgar si fue peor o mejor que este momento, es imposible.

Pillense que este man, habla de la ciencia, de su origen, de los supuestos a priori que hay en la sociedad que dio origen a esta, y en el servicio a la instrumentalización y a la dominación del hombre por el hombre, hasta donde he leído me parece bastante certero, sin embargo no se porque se apega a escribir desde un punto de vista bastante pesimista, y no deja ni un poquito a la esperanza, a la que no se ve, a la que seguramente también movio a este hombre a escribir este libro desesperanzado. Antes de contarles la idea que quiero discutir con este señor, voy a citar como termina el libro, tengo la mania de siempre ver cuál es la última frase de todos los libros porque considero que esta resume todo su contenido, a la manera de frase lapidaria.

“Nada permite suponer que sea un buen fin. Las capacidades económicas y técnicas de las sociedades son suficientemente grandes para permitir ajustes y concesiones a los parias, y las fuerzas armadas están suficientemente entrenadas y equipadas para ocuparse de las situaciones de emergencia. Sin embargo el espectro está ahí otra vez, dentro y fuera de las fronteras de las sociedades avanzadas. El fácil paralelismo histórico con los barbaros amenazando el imperio de la civilización crea un prejuicio sobre el tema; el segundo periodo de barbarie puede ser el imperio continuo de la misma civilización. Pero existe la posibilidad de que, en este mismo periodo, los extremos históricos se encuentren otra vez: la conciencia mas avanzada de la humanidad y la fuerza mas explotada. No es más que una posibilidad. La teoría crítica de la sociedad no posee conceptos que puedan tender un puente entre el abismo del presente y su futuro: sin sostener ninguna promesa, ni tener ningún éxito, sigue siendo negativa. Asi, quiere permanecer leal a aquellos que, sin esperanza, han dado su vida al Gran Rechazo.”

Recuerdo en la universidad, cuando se estudiaba a estos pensadores críticos, lo mucho que lo encantaba a uno imaginar a una persona escribir de esas cosas, dando su vida por algo “mas alla”, ese Gran Rechazo del que habla Marcuse. Siempre un sin sabor me quedó en la boca durante mis cortos años de académico universitario, quería como todos ahí, cambiar algún pedacito del mundo, ser parte de una energía que se fuera hacia el cambio, en contra de lo que fuera, así sea de la vida propia, por eso algunos pocos compañeros abrazaban los profetas comunistas como sus mentores y los parafraseaban bejucamente en las asambleas o en los pasillos de los edificios. A mi me gustaban lo que decían estos hombres de fama revolucionaria, bien que mal algo estaban cambiando en el mundo, lo que nunca me cuadro fueron sus seguidores, ni los que tiraban piedra, ni los que tiraban línea, los veía como egos disfrazados de altruismo humanitario. En fin, tal aventura académica me dejo mas argumentos de mofa literaria y herramientas de conjuros, para mi posterior postulación como miembro del escuadrón de la Revolución de la Recocha, que ganas de organizarme en una barricada socialista y gritar: ¡Viva la Revolución!

Arranco desde mi historia porque nunca he sido mas testigo fiel que de mi propia experiencia. Solo desde ahí puedo llegar a decir, si la suerte me lo permite, algo medianamente inteligible a los oídos de cualquier personaje que nunca en su vida haya tenido que ver con la filosofía crítica y el pensamiento social. La ciencia era entonces lo que ocupaba mi pensamiento, sacaba libros que hablaran de eso, indagaba por la verdad y el fin de la vida, entonces conocí a la teoría del caos, la matemática y la lógica dialéctica, no se realmente que buscaba yo en esto, pero seguro cuando lo estudiaba alguna conexión inconsciente hacia con mi vida, como para seguir imbuido en una intuición eterna, en un fin mismo. Asi, tal como en este momento que me aventuro a escribir estas líneas, estaba buscando algo Absoluto, pero caía siempre en en ese vicioso bucle de ponerme a “pensar” lo que por esencia simplemente “es”.

No se si el leyente esta de acuerdo cuando digo que algo nos llama, que no estamos en el mundo porque si, y que cualquier intento de explicar o resolver algún acertijo, que venga o no de la filosofía, debe aceptar alguna verdad. Si no se hace explicito en el pensamiento de uno, sea por incredulidad, o por exceso de información critica en la cabeza, la vida sigue su curso y no se detiene a pensar ni a preguntarnos por el que pasará, somos nosotros quienes lo hacemos, y cuando lo hacemos, no podemos detenernos a evadir la respuesta que tenemos con nosotros.

Hablo de esta manera porque esas contradicciones que mi amigo Marcuse se refiere como el encuentro entre la conciencia mas avanzada y la fuerza mas explotada, no provienen nada mas que de la imaginación marxista. Quizá la filosofía critica, que se autoproclama como negativa soñaba como solución a sus dilemas existenciales y a los motivos de sus ulceras la unión de los pobres con el poder, para consolarse imaginaban un mundo igual para todos materialmente hablando. Ese experimento ya se ha hecho, a grandísimas escalas, URSS, otras menos grandes, Cuba. Los resultados cada quien con su entendimiento podrá juzgarlos, porque aquí solo nos compete recordar, esa frase bíblica que dice que todos son los llamados y pocos los elegidos, que las contradicciones de la historia se resuelven positivamente para quienes por algún misterio fluyen con la conexión que viene, yo digo de Dios, y que muchos permanecerán tan solo subsistiendo y trabajando para comer, viajar, comprar o tener algún motivo de estar vivos.

Para ser mas claro en el problema, el contexto que nos plantea Marcuse es el de la ciencia moderna y sus inevitables connotaciones en la cultura, un mundo capitalista que se expande, aliena al hombre y lo hace parte de un sistema mecanizado. Como buen académico y riguroso pensador, las preguntas son puestas con precisión, un mundo que se racionaliza en aras de la administración objetiva de las fuerzas productivas y la técnica puesta a su servicio. A Marcuse, se le siente incomodo, como cualquiera de nosotros puede estarlo, lo que no se, es porque cuando plantea el camino de escape y poder llegar a una reflexión mas acertada, prefiere quedarse nadando en las amañadoras aguas de una reiterativa filosofía critica, rica en el discurso pero pobre en alternativas.

En un punto Marcuse viene hablando de la relación entre el limite inherente de la ciencia y el método científico establecido por el que se pretende extender, racionalizar y asegurar (de los dominadores a los dominantes), al mundo de la practica (Lebenswet) prevaleciente “sin alterar su estructura esencial; esto sin plantear un modo cualitativamente nuevo de ver y sin plantear relaciones cualitativamente entre los hombres y entre el hombre y la naturaleza”. Pónganle atención a las cursivas que son del autor, plantea la cuestión con gran precisión, e insinúa el camino que debería seguir, pero luego no lo hace, para desilusión del lector:
“La discusión precedente parece sugerir, no solo las limitaciones interiores y los prejuicios del método científico, sino también su subjetividad histórica. Mas aun, parece implicar la necesidad de una especie de “física cualitativa”, de un renacimiento de filosofías teleológicas, etc. Admito que esta suspicacia esta justificada, pero en este punto solo puedo afirmar que no se pretende llegar a tales ideas oscurantistas.”
La anterior afirmación es una manera de dejar la película mocha, como si Indiana Jones en una de sus películas, resolviera las cosas desde el salón, dando clases de arqueología o antropología. No señores, la vaina es que el man no le bastaba con saber las cosas desde los libros, sino debía ir y desentrañar el misterio a toda consta sin importar el costo, o lo irracional que pudiera ser el resultado. Pues bien, y aunque no siendo esto una película de misterios como Indiana Jones, es evidente que Marcuse antes de hablar de la energía que lo llevaba, nos evito la respuesta, o por lo menos el cuento, violando las normas mínimas del escribiente impertinente que prefiere lo misterioso y suspensivo a lo formal y académico.

Mas allá de un estilo de escritura entretenido, solo quiero dejar una pequeña cosa clara, que tanto el pensamiento como la acción deben estar unificadas y es la única manera de seguir y de salvarse del aplastante capitalismo, la deshumanización y la maquinización, de nada sirve contar el cuento cuando reproducimos exactamente lo que criticamos, y esa es mi critica a la filosofía critica, y esas filiaciones de esperanza al Gran Rechazo, que del rechazo pasan a ser cómplices, pues únicamente pueden definir su existencia con referencia al mundo que ellos mismos llaman de la dominación y el del servicio a la fuerzas productivas.

Es un hecho que se ve con los ojos, el de la excesiva acumulación y la injusticia social, la vaina nos viene llevando por ahí desde hace muchos siglos y no parece tener fin hasta que esto termine en una guerra sin propósito de todos contra todos, quizá ese sea el resultado de esa unión entre la concienca mas avanzada y la fuerza más explotada, un ajuste de cuentas que no podría tener otra base diferente al odio y la revancha, haciéndose ajeno a esa finalidad misma de la vida que se piensa no como un “como” sino como un “que”, es decir del donde viene, a que se la debemos.

Recuerdo en Australia cuando acompañaba a los cristianos a caminar por la calle la cara de los muchachos cuando de una manera “violenta” se les decía que Dios era real, y que ellos tenían un espíritu que podía extraviarse o encontrarlo. Yo me cuestionaba si tales métodos eran los mas apropiados para el cumplimiento de la misión cristiana, aun ni yo los aplico, pero luego vi mas de cerca quienes eran esos jóvenes que llegan desde Europa a turistear por Australia, que buscaban y como actuaban, se veian como títeres: de empresas de turismo, del alcohol y de cualquier mundanidad, y eso era lo que justificaba a estos cristianos, lo que también les costaba un casi total rechazo.

No puede ser de otra manera, porque asi tal como como lo describe Marcuse en su libro el Hombre Unidimensional, asi mismo hay que actuar. Pasar horas describiendo como funciona la perdición del mundo, quizá es una manera muy estúpida de perderse la oportunidad de ser parte de alguna salvación, para que la esperanza de algo que ahora no vemos, pero que la sentimos, triunfe y no tengamos que contar la historia de los que se quedaron por fuera gracias a su preferencia por el Gran Rechazo, sino mas bien de los que la dan, desde ya, por la Gran Esperanza.

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